Una vez tenemos definidos los personajes, la estructura de la acción y el narrador, quedan todavía dos elementos narrativos básicos sobre los que debemos tomar decisiones antes de ponernos a escribir nuestra novela: el tiempo y el espacio.
En este post vamos a ver los conceptos básicos relacionados con el tiempo narrativo en la novela.
¿Qué es el tiempo narrativo?
Podemos definir el tiempo narrativo como la perspectiva temporal desde la cual se narra la historia.
Lo primero de todo, podemos distinguir entre el tiempo externo y el tiempo interno de la obra.
El tiempo externo o histórico tiene que ver con el momento o época en la que se sitúan los hechos. Se refiere a si una novela está ambientada en la Revolución francesa, en la Edad Media, en la actualidad o en un futuro muy muy lejano. Este tipo de tiempo, como ves, tiene mucho que ver con el espacio, y es uno de los aspectos esenciales a tener en cuenta en nuestro worldbuilding.
El tiempo interno, en contraposición, se refiere a la duración, sucesión y orden de los hechos y de cómo estos se cuentan. Es el tiempo literario, en el que se desarrollan las vidas de nuestros personajes de ficción, y es un tiempo «creado» por el autor y que este puede manipular a su antojo. Una misma historia puede ser contanda desde diferentes perspectivas temporales.
Dentro de este tiempo interno podemos distinguir dos dimensiones o dos formas de organizar el tiempo: el tiempo de la historia y el tiempo del relato.
El tiempo de la historia y el tiempo del relato
¿Recuerdas el post sobre la trama donde diferenciábamos entre historia y trama? Pues al hablar del tiempo narrativo también es importante esa distinción: el tiempo de la fábula o la historia es el orden cronológico en el que sucedieron los hechos de la historia (inventados o reales), mientras que el tiempo de la trama o del discurso es el orden en el que el narrador los presenta al relatar esa historia.
Por ejemplo, en la Odisea, el «tiempo de la historia» sigue el orden cronológico real (Odiseo va a la guerra de Troya y tarda veinte años en regresar a Ítaca), mientras que el «tiempo del relato» altera el orden según lo que nos quiera contar el autor (relatando sucesos pasados de la guerra de Troya mientras Odiseo ya está de regreso).

Si recuerdas, en el post sobre los tipos de narradores, ya hablábamos de esta diferenciación que proponía el narratólogo francés Gérard Genette. Para Genette, el tiempo de la historia es el tiempo de los acontecimientos, el tiempo en el que transcurren los hechos de la la novela, mientras que el tiempo del relato es el momento que abarca el discurso narrativo.
Esto nos permitía analizar las cuatro relaciones temporales básicas entre el tiempo de la narración y el tiempo de la historia:
- Ulterioridad: desde el presente se narran en pretérito hechos que sucedieron en el pasado. Es lo que solemos llamar «narración en pasado» y es el modo temporal más utilizado.
- Anterioridad: se narran acontecimientos situados en el futuro. Este tipo es el menos habitual, propio de relatos proféticos o experimentales.
- Simultaneidad: se narran hechos que suceden en ese mismo instante presente. Es lo que conocemos como «narración en presente».
- Intercalación: en la que se mezclan los tres tiempos anteriores.
Pero, a parte de estas cuatro formas básicas, lo más interesante del tiempo narrativo son las distorsiones que se establecen entre el tiempo del relato y el tiempo de la historia. Distorsiones que pueden afectar al orden, a la velocidad o a la frecuencia, y que constituyen la base conceptual de técnicas narrativas básicas y fundamentales, como los flashbacks, por ejemplo.
Distorsiones del orden temporal: analepsis y prolepsis
Las alteraciones más comunes se dan en el orden temporal, a menos que tu relato sea totalmente lineal, es decir, que cuentes los hechos en el orden cronológico en el que sucedieron. Pero lo habitual es que tu narrador tienda a alterar ese orden, recuperando hechos del pasado que expliquen lo que sucede en el presente o anticipando las consecuencias que tendrá un hecho en el futuro. Estas anacronías o desfases temporales Genette los distingue como analepsis (flashbacks) y prolepsis (flashforward).

ANALEPSIS, RETROSPECCIÓN o FLASHBACK
Es un desfase entre el tiempo de la historia y el tiempo del relato que se orienta al pasado. Es un retroceso narrativo, un salto temporal al pasado.
Genette además distinguía distintas formas de anacronías según su alcance (la distancia temporal que separa el presente de ese salto hacia el pasado o el futuro) y según su amplitud (la duración de esa retrospección).
Por ejemplo, cuando en la novela aparece un flashback donde se narra una historia sucedida hace mucho tiempo, fuera del marco temporal del relato, por ejemplo, una leyenda, supondría una analepsis externa. Las analepsis externas son las que comienzan y terminan en un momento muy anterior a la historia principal.
En cambio, las analepsis internas son aquellos saltos temporales cuyo alcance y duración está dentro de los límites de la historia: por ejemplo, cuando se narran los antecedentes de algún personaje, o cuando se vuelve sobre alguna elipsis u omisión de la historia narrada para completar la información que se ha omitido (deliberadamente o no). Esto último es algo que a veces hacen las novelas de detectives cuando, al final, para resolver el caso, el detective vuelve sobre sus pasos para explicar cómo había encontrado la pista crucial que resolvía el crimen y que había sido ocultada al lector (y al resto de personajes) hasta ese momento.
Otra variante, teniendo en cuenta estos parámetros de distancia y duración, sería la analepsis mixta o yuxtaposición: supone una retrospección que se inicia fuera del relato principal y continúa hasta fundirse con el presente narrativo. Es el caso de cuando se cuenta el pasado de un personaje (una analepsis externa) y se prolonga hasta llegar al presente (analepsis interna). Al parecer, este tipo de yuxtaposiciones también se llaman «racconto» en cinematografía, palabro que descubrí gracias al artículo del blog Delirios y palabras. Un ejemplo de este tipo de analepsis es el relato de Kvothe en El nombre del viento.

PROLEPSIS o ANTICIPACIÓN
Es un desfase entre el tiempo de la historia y el tiempo del relato que se orienta al futuro. Es un avance narrativo, una anticipación o salto temporal hacia hechos del futuro.
En las prolepsis encontramos sobre todo «intrigas de predestinación», que es cuando se nos anticipan sucesos y hechos que más tarde le sucederán a nuestros personajes.
También nos encontramos prolepsis cuando un narrador en primera persona que nos cuenta una historia de su pasado hace algún comentario sobre cómo le hizo sentir después un hecho, o explica las consecuencias tardías de las acciones que está narrando o expresa su arrepentimiento por lo que sucedió. Este tipo de prolepsis la encontramos, por ejemplo, en El nombre del viento, donde Kvothe añade constantemente matices y juicios sobre la historia de su pasado que le narra a Cronista.
Otra posibilidad, menos habitual, es que nos encontremos en una situación de ACRONÍA: cuando no disponemos de referencias temporales o estamos ante una estructura temporal ambigua, donde los hechos no parecen tener orden. Sucede en algunas obras de Proust, Virginia Woolf, James Joyce o Juan Benet, por ejemplo.
Distorsiones de duración o de velocidad: el ritmo narrativo
Otro tipo de alteración en el tiempo narrativo tiene que ver con la distinta duración del tiempo de la historia y el tiempo del relato. Genette proponía calcular la velocidad de un relato dividiendo la duración de la historia (según en cuántas horas, días, meses, años… transcurran los hechos relatados) entre la duración del relato o discurso narrativo. Según este cálculo hipotético, un relato que coincide de manera exacta en duración con los hechos sucedidos, sin acelerar o aminorar, sería un relato de velocidad constante o grado 0.
Aunque puede darse el caso de que el tiempo de la historia coincida exactamente con el tiempo del relato (isocronía: por ejemplo en algunas obras teatrales o en algunos monólogos interiores), lo habitual es que el autor introduzca determinados cambios en el tiempo de su relato con respecto al tiempo de la historia.

Estas anisocronías entre la duración de la historia y la del relato, provocan distorsiones en el ritmo narrativo que podemos clasificar en cinco tempos o velocidades narrativas básicas:
ELIPSIS
La elipsis sería la velocidad infinita: la forma más rápida de contar algo es no contarlo. En las elipsis, lo que sucede, es que en la historia suceden cosas que el narrador decide no contar en su relato (porque no son relevantes o por cualquier otra razón). Por eso, la duración de la historia es mucho mayor que la duración del relato.
Las elipsis pueden ser determinadas o indeterminadas. En las primeras sabemos claramente cuánto tiempo de la historia ha transcurrido («un año después»), mientras que en las indeterminadas desconocemos el tiempo exacto que ha transcurrido. También pueden clasificarse en explícitas (cuando el salto temporal se expresa claramente en el relato) o implícitas. Las elipsis implícitas son muy frecuentes en la narrativa, aunque a veces pasen desapercibidas.
Por ejemplo: una escena termina con un personaje marchándose de la casa de otro personaje dando un portazo tras una discusión. En la escena siguiente lo vemos montado en su coche, conduciendo hacia su casa sin poder dejar de darle vueltas a la discusión que acaba de tener. Lo que el relato no cuenta son todas aquellas acciones intermedias desde que ese personaje sale dando un portazo hasta que se encuentra conduciendo de camino a su casa. Hay una elipsis (indeterminada e implícita) de todos los pasos lógicos que ese personaje ha tenido que dar para llegar de una situación a otra: caminar hacia su coche, sacar las llaves, abrir la puerta, sentarse en el coche, arrancar… Nosotros como lectores comprendemos perfectamente la continuidad entre ambas escenas, tan cercanas en el tiempo, y tendemos a rellenar los huecos de las elipsis.
PAUSA
La pausa sería el extremo opuesto a la elipsis: el tiempo de la historia se detiene (no «pasa» nada) mientras que el tiempo del relato se expande (el narrador continúa hablando). Esto es lo que sucede habitualmente en los pasajes descriptivos, o en los incisos en los que el narrador aprovecha para opinar o comentar algo sobre alguna situación, mientras la acción de la historia permanece detenida. ¿Te suena «la madalena de Proust»? Pues eso.
ESCENA
La escena es aquella situación que pretende igualar el tiempo de la historia con el tiempo del relato. Es decir, que la duración de los hechos coincide con la duración del relato. «Vemos» a los personajes actuar en ese momento. Es lo que pasa en los diálogos o los monólogos interiores. Las escenas del cine o el teatro son el ejemplo perfecto.
La novela comercial actual, donde predomina la acción de los personajes, tiende a construirse también mediante escenas, alternándose con el sumario, que veremos a continuación.
SUMARIO
El sumario o resumen implica que el tiempo del relato es menor al tiempo de la historia. No llega a ser una elipsis (es decir, un salto temporal completo que omite los hechos sucedidos), pero se presentan tan solo los elementos mínimos necesarios para hacer avanzar la acción. Como la elipsis, también se utiliza para pasar por encima de hechos en los que al narrador no le merece la pena detenerse.
Por ejemplo, cuando transcurre una semana desde el último encontronazo que tuvieron nuestros personajes del ejemplo anterior y solo se mencionan algunos hechos relevantes, como que nuestro protagonista pasó la semana enfrascado en su trabajo para tratar de olvidar la discusión y que apenas probó bocado en esos siete días.
También es una especie de sumario o resumen las típicas secuencias cinematográficas de «montaje», en las que vemos a los personajes preparándose para, por ejemplo, ganar el partido o asaltar un banco, en varias escenas breves concatenadas (normalmente con una música pegadiza de fondo) que nos sirven a modo de resumen para hacernos una idea del tipo de entrenamiento que están llevando a cabo para su misión.
DECELERACIÓN o CÁMARA LENTA
Entre la pausa y la escena se sitúa un amplio abanico de posibilidades que pueden definirse como «cámara lenta». Genette no la incluye dentro de las velocidades narrativas básicas, pero yo sí creo que puede sernos útil conocer esta posibilidad.
Si, como hemos visto, el sumario o resumen es una especie de narrativa a «cámara rápida» que solo tiene en cuenta los elementos esenciales para la acción, en la cámara lenta sucede lo contrario: la acción se ralentiza porque el narrador se toma su tiempo en relatar los hechos. Sin llegar a resultar una pausa, el narrador puede desacelerar el tiempo, por ejemplo, incluyendo toda clase de matices descriptivos o explicaciones pormenorizadas sobre la acción.
Como ves, que una novela sea considerada «lenta» o «trepidante», casi siempre tiene que ver con la combinación de todas estas velocidades narrativas a lo largo de la trama.

Distorsiones de frecuencia
Por último, Genette analiza las repeticiones dentro del relato y señala tres tipos básicos de frecuencia narrativa:
El relato singulativo
Un hecho ocurre una vez en la historia y se menciona una vez en el relato. Por ejemplo: «El lunes me desperté de madrugada».
También se puede dar una relación anafórica o múltiple: se cuenta «n» veces lo que sucedió en la historia «n» veces: El lunes me desperté de madrugada…, el martes me desperté de madrugada…, el miércoles me desperté de madrugada…
El relato repetitivo
Un hecho ocurre una sola vez en la historia, pero se explica varias veces en el relato. Por ejemplo cuando el narrador vuelve una y otra vez a un hecho que le marcó (ese lunes que se despertó de madrugada y fue testigo del crimen de su vecino desde su ventana), o cuando se narra un mismo suceso desde diferentes puntos de vista (diferentes observadores relatan lo que vieron ese lunes de madrugada).
El relato iterativo
Un hecho ocurre varias veces en la historia, pero solo se narra una vez en el relato. Son resúmenes temporales: «Todos los días de esa semana me desperté de madrugada».

Aunque toda esta teoría sobre el tiempo narrativo desarrollada por Gérard Genette es la más aceptada por la narratología, también es cierto que podemos encontrar otros autores con otros puntos de vista interesantes sobre el tiempo en la novela.
Por ejemplo, el teórico literario Mijaíl Bajtín consideraba el espacio-tiempo como una unidad indisoluble en el arte: lo que llamaba el «cronotopo». Bajtin entiende que no existe en el relato un espacio sin tiempo, ni un tiempo sin espacio, y que podríamos hablar de las cuatro dimensiones en las que se despliega la trama. ¿Qué te parece esta perspectiva cuántica de la novela? Quizá la investiguemos en otro post.
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