Quizá hayas leído u oído en alguna parte que debes huir de los arquetipos como de la peste, pero lo cierto es que conocer los arquetipos más habituales puede resultarte muy útil en la creación de personajes redondos para tu novela. Es bastante común confundir un arquetipo con un estereotipo: mientras que los estereotipos son repeticiones simplificadas y estáticas, los arquetipos son esquemas básicos universales que facilitan la identificación en un contexto cultural compartido. Es lo que señalaba el psicólogo Carl G. Jung como patrones universales del inconsciente colectivo.
Así que mi consejo es todo lo contrario: si quieres dominar el arte de crear personajes y tramas, aprende todo lo que puedas sobre arquetipos, tópicos, fórmulas y patrones.
Carl G. Jung, el inconsciente colectivo y los símbolos
«Al igual que una planta produce sus flores, la psique crea sus símbolos».
Carl Gustav Jung
El inconsciente colectivo es un concepto desarrollado por el psicólogo y psiquiatra Carl Gustav Jung, discípulo de Freud, y que designa aquella sabiduría colectiva de la que participan todos los seres humanos de cualquier época y lugar.
En la psique individual, Jung distinguía entre la mente consciente y la mente inconsciente. La primera es aquella de la podemos dar cuenta mediante nuestra propia percepción. Es la capa más superficial de la mente. La segunda, en cambio, se escapa a nuestra voluntad y raciocinio, y se manifiesta a través de, por ejemplo, los sueños, las alucinaciones y las fantasías.

Tanto Freud como Jung creían que los sueños eran la clave para entender nuestra personalidad y los problemas a los que se enfrenta. Además, los sueños y sus producciones influyen en la actividad de la consciencia. Los sueños sirven de vehículo para que los impulsos del inconsciente lleguen a la consciencia.
Aunque los símbolos se producen en toda clase de manifestación psíquica (pensamientos, sentimientos, actos), en los sueños los símbolos se producen espontáneamente, sin intención, y es por eso que constituyen la fuente principal para el estudio del simbolismo. Una palabra o una imagen es simbólica cuando representa algo más que su significado inmediato y obvio. Tiene un aspecto inconsciente más amplio que nunca está definido con precisión o completamente explicado. Cuando la mente explora un símbolo se ve llevada a ideas que yacen más allá del alcance de la razón.
La forma que encontró Jung de interpretar los sueños de sus pacientes y su simbolismo fue a través de los arquetipos. Los arquetipos son aquellas figuras o conceptos compartidas por la gente de todos los lugares, épocas y culturas. Una especie de imágenes colectivas. Freud los llamaba «remanentes arcaicos», formas innatas heredadas por la mente humana. Jung les dio el nombre de arquetipos o imágenes primordiales.
Los arquetipos mayores
Jung creía que los arquetipos nos ayudaban a entender el mundo que nos rodea. Apoyándose en los mitos de diferentes culturas, al igual que Joseph Campbell, llegó a la conclusión de que existían una serie de figuras, esquemas y símbolos que se repetían.
El inconsciente colectivo explica por qué hay tantos mitos y narraciones similares a lo largo de las diferentes culturas que pueblan o han poblado el planeta.
Aunque serían muchos los arquetipos que componen el inconsciente colectivo, para su principal teoría sobre el proceso de la individuación, por el que la persona logra desarrollar todo su potencial, Jung destacó cuatro arquetipos principales: la persona, la sombra, el ánima y el sí-mismo.
La persona
Es la máscara que nos ponemos, aquella identidad que se quiere proyectar. Es la parte de nosotros más consciente, la que representa los papeles que nos tocan, como si de un actor o actriz se tratase.
Tomando el arco dramático de nuestro protagonista, la persona sería el punto de partida.

La sombra
El concepto de la sombra es central en la psicología analítica de Jung. Es la parte inconsciente, la que contiene los aspectos escondidos o reprimidos de la personalidad. Es todo aquel aspecto oscuro de nosotros mismos que no queremos ver o aceptar, y que habitualmente proyectamos en los demás. Nuestro opuesto, nuestro yo primitivo. El ego está en permanente conflicto con la sombra.
En los mitos y los cuentos, la sombra es el dragón o monstruo contra el que se bate el héroe. Si es una persona, habitualmente es del mismo sexo que el ego y al comienzo de su encuentro representa todo aquello que el héroe rechaza y que no es capaz de percibir en sí mismo.


El ánima / ánimus
Es la personificación femenina (ánima) o masculina (ánimus) de nuestro inconsciente. Jung creía que el mundo seguía subsistiendo porque sus opuestos se equilibran. Así, el ánima es como un espejo que representan aquellas características tradicionalmente asociadas al género que reprimimos. La idea de Jung es que cada hombre lleva una mujer dentro de sí, y cada mujer lleva dentro un hombre. En el lado del ánima estaría la intuición, la emoción y lo irracional (valores que el patriarcado se ha esforzado en consolidar dentro de la esfera de lo femenino). Al contrario, en las mujeres, el ánimus representa aquellas «cualidades masculinas»: agresividad, poder, ambición.
Habitualmente, en el caso del héroe masculino, el ánima toma forma de doncella o bien de madre. Puede aparecer como una figura negativa (destructiva) o positiva (creadora). La función del ánima es la de guía interior, que empuja a aceptar los mensajes inconscientes y construir un puente hacia el sí-mismo.

El sí-mismo (self) o el gran sabio
Representa un todo unificado, tanto la parte consciente como inconsciente de uno mismo. Es el centro regulador del individuo que proporciona una extensión y maduración constante de la personalidad. Para que se desarrolle, el ego debe permitir emerger a los otros arquetipos (la sombra, el ánima).
Esta figura aparece representada como una figura humana superior: sacerdotisa, hechicera, madre tierra o diosa de la naturaleza (en su forma femenina); o bien como un guardián, un anciano sabio, un espíritu de la naturaleza (en su forma masculina).


Junto a estos cuatro arquetipos principales, la prolífica obra de Jung y sus discípulos analiza muchos otros arquetipos que aparecen en los sueños y en los mitos: la madre, el padre, el niño, la dama, el hechicero, el mártir, el pícaro, el mentor… Además, clasificaron la personalidad en 12 tipos, que veremos a continuación por su utilidad en narratología.
Los 12 arquetipos primarios de personalidad
Analizando mitos de diferentes culturas, Jung extrajo estos 12 patrones de personalidad. Son una especie de modelos de comportamiento universales que permanecen en el inconsciente colectivo. No son compartimentos estancos: son reflejos de la psique. Nuestra personalidad (o la de nuestros personajes) está influída por varios de ellos.
En el storytelling nos interesan estos 12 arquetipos basados en la personalidad porque representan la escala de las motivaciones primarias del ser humano. A la hora de crear personajes que funcionen dentro de nuestra novela nos es vital comprender la motivación de nuestros personajes, por lo que tener en mente este esquema puede guiarnos a la hora de construir la trama y elegir a nuestro elenco.
Estos 12 arquetipos de personalidad vamos a dividirlos en cuatro categorías según el tipo de motivación que hay detrás de cada grupo.
LOS QUE BUSCAN DEJAR SU HUELLA EN EL MUNDO
El héroe
El héroe es el arquetipo más conocido en la literatura. Casi todos los mitos del héroe comparten una estructura muy similar, desde su nacimiento humilde pero mágico, la superación de una serie de adversidades o pruebas, su lucha con el mal, su sacrificio heroico y su resurrección.
Busca demostrar su valía a través de sus actos y alcanzar la maestría. No se rinden nunca y son capaces de sacrificarse por lograr aquello que buscan. Temen mostrarse débiles y pueden llegar a ser arrogantes. Tienen una gran fuerza de voluntad.
Se representa habitualmente a través de la imagen de guerreros, soldados, superhéroes…
El personaje prototipo del héroe podría ser Hércules, quien tuvo que demostrar su divinidad con las doce pruebas.

El mago
Es un visionario. Comprende cómo funciona el mundo y es capaz de encontrar soluciones a los problemas más desafiantes. Pueden llegar a ser bastante manipuladores, y temen las consecuencias imprevistas.
Se presentan bajo la imagen de líderes, chamanes, inventores, curanderos.
El personaje de Lila, de La amiga estupenda, podría encajar en este arquetipo.

El rebelde
Cree que para arreglar aquello que no funciona en el mundo hay que romper las reglas. Aunque pueden tener intenciones nobles, pueden cruzar al lado oscuro con más facilidad que los otros arquetipos. Suelen dejarse llevar por el deseo de la venganza.
A veces se les retrata como revolucionarios, inadaptados, forajidos o salvajes.
Un ejemplo de este arquetipo podemos encontrarlo en Katniss, de Los juegos del hambre.

LOS QUE BUSCAN CONECTAR CON LOS DEMÁS
El amante
Es el compañero ideal; apasionado, leal y comprometido. Su mayor temor es no ser correspondidos y corren el peligro de perder su identidad por complacer a los otros.
Suelen representar papeles de amigos, parejas, socios, compañeros.
El personaje de Anna Karenina estaría dentro de este arquetipo.

El bufón
Su naturaleza hedonista le empuja a disfrutar de la vida y a hacer del mundo un lugar más feliz. La vida para ellos es como un juego, y solo se vive una vez.
Se les retrata también como locos, tontos, pícaros, comediantes, tramposos y bromistas.
Un ejemplo de este arquetipo sería Ignatius Reilly, de La conjura de los necios.

El hombre corriente
También conocido como «el ciudadano» o «el huérfano», es aquel cuyo máximo anhelo es la pertenencia. Temen la soledad, quedarse fuera del grupo. Tampoco ansían destacar; solo quieren conectar con los demás, ser uno más entre la multitud. Su identidad peligra cuando lo dan todo por intentar encajar.
Son realistas, empáticos, llenos de sentido común: el chico bueno, el buen vecino, el empleado modelo, el ciudadano.
Jean Valjean, de Los miserables, entraría en este arquetipo al principio de la novela, cuando lo único que quiere es ser un ciudadano corriente y pasar desapercibido.

LOS QUE BUSCAN EL ORDEN
El cuidador
Suele emparentarse con el rol paterno/materno. Son aquellos que buscan proteger y cuidar de los demás, aunque a menudo se deban sacrificar por aquellos a quienes protegen. Son generosos, comprensivos, altruistas.
Kaladin, de El camino de los reyes, podría ser un buen ejemplo de este arquetipo.

El gobernante
El gobernante ansía el control. Su mayor deseo es crear y dirigir una comunidad próspera. Pueden volverse autoritarios para evitar su mayor temor, que es que su poder les sea arrebatado.
Su imagen es la del rey, el jefe, el presidente, el líder.
Bernarda, de La casa de Bernarda Alba, encarnaría este tipo de personalidad.

El artista
El artista o creador es un visionario capaz de crear algo totalmente novedoso. Es un genio lleno de imaginación en continua búsqueda de expresión de sus creaciones. Teme la mediocridad.
Son los artistas de todo tipo: músicos, inventores, escritores, soñadores.
Un ejemplo de este arquetipo podría ser Kvothe, el protagonista de El nombre del viento.

LOS QUE BUSCAN EL PARAÍSO
El inocente
El inocente busca siempre hacer las cosas bien, de la forma correcta. Desea un mundo feliz y bueno para todos. Es un personaje esencialmente optimista, aunque su ingenuidad a veces le lleva a no darse cuenta de la dureza del mundo.
Se presenta bajo la apariencia del niño, del pensador utópico, del soñador, del místico, el romántico.
Frodo Bolsón, de El señor de los anillos, podría ser un buen representante de este arquetipo.

El sabio
El sabio busca la verdad y temen la ignorancia. Ansían el conocimiento y dedican todo su esfuerzo en analizar el mundo que les rodea para comprenderlo. Piensan y observan más que actúan.
Aparecen bajo la forma del filósofo, el erudito, el maestro, el investigador, el detective.
Un personaje que encajaría dentro de este arquetipo sería Sherlock Holmes.

El explorador
Le mueve el deseo de libertad y de nuevas experiencias. A menudo son viajeros incansables, o se embarcan en un viaje de autodescubrimiento. Buscan en la aventura vivir una vida auténtica, aunque corren el peligro de volverse inadaptados. Su autonomía a veces les lleva a ser demasiado individualistas.
Toman la apariencia de viajeros, aventureros, vagabundos.
Gerald de Rivia, el brujo protagonista de la serie de novelas escritas por Andrzej Sapkowski, podría ser un buen ejemplo de este arquetipo.

Combinación de los arquetipos
Las formas arquetípicas no son modelos estáticos, sino factores dinámicos que se manifiestan en impulsos, como decía Jung. Esto quiere decir que un personaje (al igual que la psique bumana) no encarna siempre un mismo arquetipo, sino que lo lógico es que este represente a la vez varios arquetipos combinados, de los cuales uno puede destacar por ser el dominante. Por ejemplo, un mismo personaje puede ser al mismo tiempo héroe, sabio y explorador.
De la misma forma, los arquetipos pueden ir cambiando a lo largo de la evolución del personaje, según las experiencias vividas: un inocente puede convertirse en gobernante, un hombre corriente en héroe, o un rebelde en cuidador.
La fusión y la evolución de los arquetipos permite alejarse de los estereotipos y crear personajes complejos y convincentes para tu novela.
Si quieres conocer otras técnicas parecidas de construcción de personajes, te recomiendo la lectura de este otro post >> Creación de personajes: el Eneagrama y los 9 eneatipos
¿Quieres saber qué personajes de Juego de Tronos serían buenos representantes de cada arquetipo? Pincha en la imagen de abajo:
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