¿Cómo puedo convertirme en un escritor mejor? La respuesta rápida es sencilla: escribiendo. La mejor forma de mejorar tu escritura es escribiendo de forma constante y consistente, a ser posible, todos los días. Necesitas crearte un hábito de escritura.
Encontrar la motivación para escribir
¿Buscas motivación para escribir?
No pierdas tiempo buscando inspiración o musas que alimenten el deseo de escribir: crea una rutina de escritura. La mejor motivación que puedes encontrar es afianzar el hábito de escribir.
Al principio, la idea de tu nueva novela puede encender la mecha de la inspiración, pero a medida que vas escribiendo tu historia la motivación va decayendo. Y es ahí cuando tienes que tener algo que te siga impulsando a escribir. Una rutina.
El escritor profesional es, ante todo, un ser disciplinado. De hecho, para perfeccionar cualquier habilidad, por encima del talento, está siempre la disciplina. La disciplina no es algo que fluya de forma natural en nosotros; más bien lo contrario. La disciplina es dura, áspera e incómoda, al menos al principio.
Muchos de nosotros tenemos otras obligaciones que nos ocupan mucho tiempo y nos consumen energía: trabajo, estudios, personas a la que cuidar… Además, estamos rodeados constantemente de invitaciones a distraernos (el último estreno en Netflix, los últimos mensajes de los chorrocientos grupos de Whatsapp en los que nos han metido, notificaciones de las redes sociales en las que participamos, emails de los compañeros de trabajo, newsletters de nuestras tiendas preferidas…). Es tal la demanda de una parcela de nuestro tiempo que parece que vivimos eternamente agotados, deseando que el día tuviera 48 horas.
Si esperamos a encontrar la motivación que nos falta para ponernos a escribir nuestra novela, lo más probable es que nunca lo logremos. Pero si logramos implantar un hábito de escritura dentro de nuestra rutina del día a día, estaremos dando un paso más todos los días hacia nuestro objetivo.

Encontrar tiempo para escribir
Esta es la dura verdad: nunca vas a encontrar tiempo para escribir.
¿No te sucede que, cuando piensas en que tienes que sentarte de una vez a escribir, siempre encuentras alguna excusa? Sí, puede que cuando finalmente logres ponerte a escribir realmente disfrutes del proceso de escritura. Pero muy pocas veces logras dar el primer paso.
Si te quedas sentado, maldiciendo lo ocupado que estás, nunca encontrarás ese tiempo que necesitas para dedicarle a tu proyecto. Lo que tienes que hacer, si de verdad quieres acabar ese borrador de tu novela, es crear ese tiempo para escribir. Tienes que hacer un hueco en tu día a día para sentarte a escribir. Sin excusas.
Tienes que priorizar el tiempo que le vas a dedicar a la escritura sobre todo lo demás. Al igual que priorizas tus horas de descanso, el tiempo que necesitas para comer, o para estudiar un examen, o las horas que le dedicas a tu trabajo remunerado o de cuidados. Tienes que poner la escritura al mismo nivel de importancia que esas otras actividades y obligaciones que tanto tiempo te ocupan al día.
Hábitos atómicos para escritores
Hay un libro que te recomiendo leer si te está costando desarrollar tu hábito de escritura: Hábitos atómicos, de James Clear. Este autor desarrolla un método bastante sencillo y efectivo tanto para eliminar los malos hábitos como para implantar aquellos que hemos decidido que son buenos para nosotros.
Este libro me gusta mucho porque contiene una valiosa lección: los hábitos que en un principio pueden parecer pequeños y poco significativos pueden, a lo largo de los años, brindarnos resultados extraordinarios. Los hábitos atómicos son aquellas pequeñas rutinas que, a la larga, constituyen los pasos hacia la culminación con éxito de nuestros objetivos. Es una idea similar a la del camino Kaizen, que mencionábamos también en el post sobre el tablero Kanban, y es un método de productividad muy efectivo para escritores.
James Clear explica que la mejor forma de alcanzar el éxito (signifique lo que signifique esa palabra para ti) no es realizando acciones grandiosas, sino pequeñas mejoras cotidianas. La tesis del autor es que si inviertes un 1% cada día en ser un poco mejor, al final del año terminarás siendo 37 veces mejor. Y al contrario: si cada día pierdes un 1% de lo que has ido construyendo, al cabo del tiempo el contador estará a cero.
En definitiva, lo que James Clear propone es invertir en el presente y tener paciencia para recoger los frutos en el futuro.
Para nosotros, como escritores, esto se ve de forma muy clara: la escritura es un trabajo diario y constante. Aunque te pegues hoy mismo una panzada a escribir, es muy probable que no termines tu borrador en un día. Ni seguramente en dos. Ni en tres. Y es probable que al cuarto día abandones o decidas procrastinar la escritura.
Y al contrario: si consigues escribir todos los días 500 palabras, al cabo de seis meses habrás escrito un libro de 90.000 palabras. Nada mal, ¿verdad? Son las pequeñas decisiones que repetimos día a día las que marcan nuestro camino.
El problema de los pequeños cambios es que sus resultados no se ven de forma inmediata y nos llevan a caer en lo que James clear llama «el abismo de desilusión», que es todo ese tiempo en el que no somos capaces de ver los progresos que estamos realizando. Los hábitos funcionan de manera acumulativa, como las subidas y bajadas de temperatura. Los efectos están ahí, aunque no se manifiesten al principio claramente o no seamos capaces de percibirlos hasta que sobrepasan ese umbral de potencial latente y empezamos a apreciar los resultados.

Enfócate en el proceso, no en la meta
Hace unas semanas hablábamos de la importancia de fijar unos objetivos para nuestros proyectos de escritura, y cómo esto nos puede ayudar a enfocarnos en lo que queremos conseguir. Las metas son buenas para marcar la dirección a seguir, y una buena forma de comprometerte a dedicarle tiempo a escribir tu historia.
Pero lo que marcará la diferencia es la manera en la que queremos abordar el camino hacia esa meta.
El autor de Hábitos atómicos señala el peligro de caer en el «abismo de desilusión» cuando nos enfocamos demasiado en aquello que queremos conseguir, en lugar de en la forma en la que vamos a tratar de conseguirlo.
Por ejemplo, quizá tu meta es publicar una obra maestra que sea leída por miles de lectores y con la que ganes mucho dinero y prestigio.
Pero ¿cuál es el problema de las metas? Que, muchas veces, nos marcamos metas cuyo logro no depende enteramente de nosotros. Son demasiados factores los que pueden influir en el resultado. Y si dejamos que nuestra felicidad se supedite a si somos capaces de lograr esa meta o no, entonces nos sentimos como unos escritores fracasados si nuestra novela no es lo suficientemente buena o no tiene tanto éxito como esperábamos.
Lo que propone el autor de Hábitos atómicos es enfocarnos en el sistema: aquellos pequeños cambios que forman parte de un proceso de transformación. Lo importante no es el resultado, sino la imagen que tenemos de nosotros mismos gracias a nuestro esfuerzo. ¿No te gustaría convertirte en un escritor comprometido con su oficio y que mejora su escritura un poco más todos los días, aunque no consigas nunca cumplir la meta de publicar un bestseller?
La pregunta que debes hacerte, por tanto, no es ¿qué quiero conseguir?, sino ¿quién quiero ser?
Y para llegar a la persona que quieres ser, la manera más práctica es cambiar lo que haces cada día.

Las cuatro leyes del cambio
La formación de hábitos es un proceso por el que una conducta se vuelve automática debido a la repetición constante de la misma. La mayoría de hábitos son conductas que realizamos de forma automática, sin pensar. Es la forma que tiene nuestro cerebro de ahorrar energía mientras da soluciones a problemas o decisiones que ya se nos han presentado anteriormente.
Los hábitos que creamos por instinto se basan en una observación muy sencilla: tendemos a repetir aquello que tiene consecuencias satisfactorias y a evitar las conductas que producen consecuencias desagradables.
Cuando queremos crear un nuevo hábito, hay cuatro leyes o reglas que, según James Clear, influyen a la hora de lograrlo.
PRIMERA LEY: HAZLO OBVIO
Tiene que ver con la señal que desencadena la respuesta que damos. A lo largo del día llevamos a cabo muchas acciones, de las cuales no somos realmente conscientes de la mayoría. El primer paso para crear un hábito que suponga un paso hacia el escritor que queremos ser es la de revisar todas nuestras conductas diarias, por pequeñas que sean.
Una vez seamos conscientes de todas nuestras acciones, buscaremos dentro de ellas el denotante apropiado para encadenar la nueva acción que queremos implementar. Por ejemplo: todos los días, después de servirme el café, voy a sentarme en el ordenador y escribir durante veinte minutos. O: cada noche, después de ver un capítulo de una serie, me iré a la cama y leeré un capítulo de un libro.
En definitiva, se trata de crearte un compromiso cuyo inicio sea fácilmente identificable dentro de tu actual estilo de vida (el primer café de la mañana, el final de la serie por la noche).
SEGUNDA LEY: HAZLO ATRACTIVO
Esta segunda ley tiene que ver con la motivación por la tarea, y la expectativa de emprender una tarea gratificante. Cuanto más atractiva consigamos hacer una tarea, más probabilidades hay de que queramos repetirla en un futuro.
Aquí puede ser útil establecer un sistema de recompensas que ayude a fijar el hábito que queremos. Por ejemplo, puede ser que necesitemos escribir cada mañana un mínimo de 500 palabras, pero, en realidad, lo que realmente deseamos hacer nada más levantarnos es tomarnos un café mientras perdemos horas atrapados en las redes sociales. Podemos hacer más atractiva la tarea que queremos emprender si nos decimos: cada mañana, después de servirme el café, me sentaré frente al ordenador y escribiré durante 20 minutos (o 500 palabras) y, cuando haya cumplido con esta tarea, me premiaré con veinte minutos para revisar las novedades en mis redes sociales. Sin remordimientos.

El espacio es también importante: designa un lugar para escribir. Elige un sitio que te sea cómodo y agradable, en el que estés deseando pasar muchas horas de tu tiempo escribiendo tu historia.
TERCERA LEY: HAZLO SENCILLO
Es crucial que el hábito resulte tan sencillo de realizar que, aunque no tengamos ganas, lo hagamos igualmente. Cuanto menos esfuerzo parezca que nos va a requerir una acción, más probabilidades hay de que la ejecutemos. Sí: es la ley del mínimo esfuerzo.
No se trata de limitarnos a hacer cosas fáciles, sino de revisar el hábito que queremos implantar y eliminar las resistencias que podamos encontrar. Por ejemplo, designar un lugar fijo y agradable en el que nos resulte cómodo realizar nuestro nuevo hábito. O encontrar la mejor hora del día en la que encajarlo en nuestra rutina.
Por ejemplo, nos hemos propuesto escribir todos los días durante una hora, pero cuando llegamos a casa estamos tan cansados y hay todavía tantas cosas por hacer (preparar la cena, poner la lavadora, estudiar para el día siguiente o cerrar temas del trabajo pendientes…) que nos es imposible cumplir con esa hora de escritura. Una solución a esta resistencia que hemos encontrado sería buscar otro momento más propicio para nuestra sesión de escritura: quizá levantarnos una hora más temprano para escribir antes de comenzar nuestra jornada. O bien, si tenemos alguna hora libre durante el día, utilizarla para escribir en nuestro lugar de trabajo o estudios.
Otra forma de hacer el hábito lo más sencillo posible, que nos sea imposible de rechazar, es comenzar por lo más básico. Si quisieras ponerte en forma, seguramente no se te ocurriría marcarte el primer día la obligación de correr 10 kilómetros. Lo más lógico sería ir poco a poco; quizá empezar por el compromiso de ponerte la ropa de correr y dar una vuelta a la manzana. Con el hábito de escribir sucede lo mismo: empieza por marcarte un pequeño hábito que estés seguro de poder conseguir. Quizá en tu caso sea escribir durante una hora al día o 1.000 palabras. O quizá solo puedas comprometerte con 500 palabras o veinte minutos de escritura diaria. Incluso puede que debas empezar por afianzar el hábito de sentarte unos minutos frente a tu proyecto y escribir un par de líneas. No importa tanto la cantidad como la frecuencia con la que somos capaces de cumplir con la rutina que nos hemos propuesto.
CUARTA LEY: HAZLO SATISFACTORIO
Si la experiencia ha sido satisfactoria, tendremos más probabilidades de repetir la conducta en el futuro. Es lo que completa el ciclo de hábitos: hacer que repitamos los mismos pasos en la siguiente ocasión.
El problema al que solemos enfrentarnos es que el beneficio que creemos que puede traernos nuestro nuevo hábito no se va a producir de forma inmediata. Por sentarnos unos pocos días a escribir 500 palabras no vamos a tener nuestra novela terminada en nuestras manos. Sin embargo, la gratificación que podemos obtener si nos saltamos nuestro compromiso de escribir 500 palabras al día sí que nos parece mucho más atractiva en ese momento (poder dedicar ese tiempo a actividades que nos suponen menos esfuerzo, como ver la tele, navegar por la red o sencillamente descansar).
Los frutos de nuestro esfuerzo casi siempre se recogen de forma tardía, por eso es a veces tan difícil instaurar un hábito, por mucho que queramos. Por eso es bastante útil lo que propone James Clear de llevar un registro de hábitos que nos recuerde que cada vez estamos más cerca de nuestra meta. Por ejemplo, podemos ir apuntando en un cuaderno la cantidad de palabras que somos capaces de escribir en un día.

También resulta motivador marcarte metas intermedias: por ejemplo, cada vez que llegues a las 10.000 palabras escritas de tu nuevo proyecto, vas a premiarte con algo que te ayude a reconocer los progresos que has realizado hasta ahora.
Conseguir crear el hábito de la escritura es la forma más efectiva de trasladar al papel la gran idea que tienes en la cabeza y hacerla realidad. No hay fórmulas mágicas, pero los trucos que propone James Clear resultan muy útiles para impulsarte a conseguir lo que quieres.
Piensa en el escritor que quieres ser. ¿Qué cambios debes hacer en tu rutina para convertirte en esa persona? Comprométete con tu historia y resérvale un hueco en tu rutina del día a día, teniendo en cuenta las recomendaciones para lograr afianzar el hábito: hazlo obvio, hazlo atractivo, hazlo sencillo y hazlo satisfactorio.
¿Te está costando mucho crear tu rutina de trabajo como escritor? ¿Crees que estas claves de James Clear pueden ayudarte? ¡Cuéntamelo en los comentarios!